Los mayas imaginaban el Universo como un cuadrilátero sobre el cual se extendían las
capas de los cielos, y bajo el cual se extendían las capas de los mundos inferiores.
Las capas de los cielos eran trece, y cada uno de esos estratos, en sus lados estaba
sostenido por ceibas, el árbol sagrado de los Mayas; en el centro otra ceiba gigantesca
llegaba hasta el primer cielo. Los trece cielos estaban asociados con los dioses del día,
los oxlahuntiRu. Estas trece capas estaban dispuestas como seis escalones que
subían desde el horizonte oriental hasta la séptima el cenit, donde otros seis escalones
bajaban al horizonte occidental. De modo semejante otros cuatro escalones bajaban
desde el horizonte occidental hasta el nadir del mundo inferior, y de allí otros cuatro
subían hasta el horizonte oriental. O sea que en realidad había sólo siete capas
celestiales y cinco infernales. El sol seguía esta suerte de romboide escalonado en su
diario viaje por el cielo y en su nocturno recorrido del mundo inferior para volver con el
alba a su punto de partida.
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